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Bienvenidos a mi blog me encantan los libros, películas y el cine en general. Aquí encontrarán un poco de todo... donde la imaginación te lleva a soñar. OH soñar la más bella sensación...
Ángel de mi guarda mi dulce compañía...

Tormenta Interna-relato.




Tormenta Interna.
Por Cloudrose.

Mi nombre es Saris Santoro, desde que recuerdo era rara; flacucha, estatura media, cabello largo rubio, lacio sin forma y opaco, ojos café claro grandes, pero  sin vida. Siempre me preguntaba porque sentía esta soledad en mi corazón como si hubiera una tormenta en mi ¿A caso soy una especie de error? Mis dudas se hicieron más grandes cuando mi padrastro, la única persona que cuidaba de mi  cuando mamá trabajaba; me dijo cuando llego ebrio (por enésima vez) antes de caer tumbado en la cama. Jamás olvidaré sus palabras.

 -Eres una bruja-

¿Por qué  alguien como él que nunca fue a la escuela o que era prácticamente un salvaje sabría lo que significaba eso? Lo que más me impacto fue su mirada, no mentía (los niños y los ebrios siempre dicen la verdad) aunque a veces solía hacerlo. Espere a que mamá  llegará a casa. Mientras me entretuve mirando la Luna, no sé porque, pero ésta siempre me daba la fuerza y el valor que necesitaba para enfrentar mis temores. Mi madre, exhausta (como siempre) se sentó en la mesita de la cocina. Le serví una taza de leche y pan (no había nada más) ella me agradeció con una sonrisa. Sigilosamente le pregunte lo que Ben me dijo. Ella se hecho a llorar desconsoladamente. Cuando se calmo, me contó algo que anhele saber siempre, quien fue mi padre. Ella me contó que cuando estaba en la escuela un chico del extranjero comenzó a estudiar ahí. Era alto cabello muy rubio y ojos azules (Obviamente yo saque los ojos de mi madre que son hermosos) el muchacho era callado y amable.  Tuvieron un romance fugaz y él se marcho ese mismo mes. Lo  único que sabía mi madre es que se llamaba Frederick Kuwoski y que venía de Europa de un lugar llamado Frankfurt. En la computadora de la escuela busque ese lugar, quedaba en Alemania (mi esperanza cayo al suelo) estaba tan lejos de ahí, pero mi pequeña tormenta me decía a gritos que fuera por él.

Hoy conoceré todas las respuestas a mis preguntas, después de tres años matándome en el trabajo, conseguí ganar suficiente dinero para el pasaje y la estadía. Estoy cerca, el apellido no es muy común, sólo hay dos familias en todo el lugar. Una ya no existe. Ahora  estoy parada en la segunda dirección. Al principio, me espanté al ver que era un castillo muy antiguo. Toque la reja con una piedra. Las luces en su interior se encendieron. Segundos  después un hombre en bata salió abrir. Él  escucho mis palabras y palideció. Abrió torpemente la reja y me guió al interior. ¡OH! agradecí porque estaba cálido allí. Me invito a sentarme  frente a la chimenea, no dejaba de mirar mi cabello y mis ojos. Dijo que no podía molestar a los señores a esas horas; que mi padre me vería a  primera hora de la mañana. No sé que paso pero creo que me quede dormida en el sofá. Cuando abrí los ojos un destello casi me noqueo, era una larga melena rubia, brillante. Me incorpore de un salto. El hombre me sonreía con dulzura, como si me amara o me hubiese esperado toda la vida. Algo llamo mi atención, era joven, tal vez un poco mayor que yo, no dije nada. Lo primero que pregunte fue ¿Quién soy? El dijo eres una bruja buena y pura.  ¿Buena yo? Siempre trate con dureza a mi padrastro (bueno él era malo conmigo) ya que cada vez que me gritaba yo también lo hacía; nunca tuve amigos, los chicos  siempre me ponían nombres.

Mi padre me enseño como  manejar mi poder. En  corto tiempo logré superarme en un cien por ciento, era como si la magia hubiera esperado por mí toda la vida. <<Eres mi orgullo>>, decía mi padre. Era tan lindo oír eso de él. Jamás conocí a las otras personas que vivían con él, los oía en el piso de arriba, al que nunca se me permitió visitar. Me convertí en una  bruja completa en corto tiempo, hice un millón de hechizos con solo decir rimas. Era asombroso, pero mi padre algunas veces quería que lastimará a ciertas personas. Muchas veces me negué podía ver su desilusión (no era mi intención herirlo) así que no me quedo más que sucumbir a sus caprichos. Un día me llevo a una especie de bodega donde un grupo de tipos pálidos estaban alrededor de una pequeña hoguera, cuando nos vieron comencé a decir mi rima y ellos explotaron en mil pedazos.

-Vampiros-dijo mi padre.

Ni siquiera sabía que significaba, él dijo que eran malos que no sentían nada. Esa noche cuando estaba dormida en mi enorme cuarto pensé que sino sentían nada ¿Por qué  estaban escondidos y calentándose en el fuego? Esa respuesta jamás la escucharía porque estaban muertos, mi corazón se estremeció y comencé a llorar.

El tiempo con mi padre fue dulce y agraz. Aunque no quise tuve que matar con mi poder a otros vampiros. Mi padre me miraba con orgullo cada vez que mataba a uno. Me hacia tan feliz. Ya habían pasado alrededor de unos tres años. Una noche salí sola a caminar, hacia frío como siempre; en medio de mi camino apareció un niño muy bonito. Su  palidez y su belleza me avisaron que era ¿Cómo algo tan pequeño puede ser tan bello y peligroso al mismo tiempo? El niño me miro con temor pero luego me dio algo y se esfumo en la noche. Era una fotografía en donde mi padre estrechaba la mano de otro hombre, pálido ¿un vampiro? Y me pregunté ¿Por qué un vampiro y un brujo serían amigos? No sabía si preguntar a mi padre quizás él se enfadaría conmigo; decidí volver a casa con mamá, así que tome mis cosas del castillo. Pero mi bendita curiosidad pudo más, quizás debía primero saber que se escondía arriba. Subí sigilosamente como mi padre me enseño, abrí lentamente la primera puerta, ese debía ser el cuarto de mi padre, porque había una foto de él y yo juntos. Pero todo estaba en penumbras ¿Cómo podía vivir así? Mire desde su ventana nunca había visto el cementerio que había tras el castillo, me dio escalofríos. Salí en silencio de allí y abrí la siguiente puerta, una mujer joven casi una niña yacía sentada leyendo algo. Ella seguramente notó mi presencia, me miro con ojos de odio, su cabello era tan rubio como el mío. Me grito que saliera, sus ojos (no puedo olvidar sus ojos) rojos como la sangre. Intente calmarme, abrí la otra puerta y un hombre muy viejo yacía durmiendo en la cama con dosel. Me acerque a él. Me pidió que le diera agua y así lo hice. El anciano me sonrío con la mirada.

-Eres perfecta -

¿Perfecta yo? El seguramente estaba alucinando (ya era muy viejo) iba a salir cuando mi padre entró por la puerta. Se asombro al verme, me pidió educada y controladamente que lo acompañara afuera. Bajamos las escaleras no podía dejar de pensar que castigo me esperaba por mi insolencia. Una vez Ben me pego por no obedecer de inmediato. Mi padre me contó otra historia dijo que la niña de arriba era mi hermana que algo había salido mal con ella. Que su madre no fue como la mía. Entendí al final que mi padre no fue el que se fue sino ella. El temor me invadió, aquel que había dejado de sentir desde que vine a Alemania. Luego la verdad salió de su boca, yo era una hechicera mitad blanca mitad oscura, seguramente vio mi confusión así que añadió, eres una hechicera gris como se conoce en mi mundo.

Era como si por primera vez viera como es realmente la vida. Yo una bruja mala y buena (una chica rara) comenzaba a sentirme diferente. Era una especie de repelente. Lo que me dijo después fue lo que me descoloco. Al haber alcanzado mi poder máximo debía morir para que el anciano de arriba viviera. Cuanto amor por un padre. Pero luego pensé, no. Él no era su padre sino el vampiro de la foto, la amistad y el futuro poder que podían alcanzar juntos los hacia inseparables. El pareció saber lo que pensaba, luego dijo que el anciano de arriba era un hechicero oscuro, que mi único deber era protegerlo, así como él lo hacia. No tengo idea que le había pasado, quizás un hechizo mal hecho, no me importaba, sólo quería correr. Comencé a negar y retrocedí, él quiso retenerme y como un reflejo le lance un hechizo, con pesar determine que no debía dejarlo seguir; así que lo encerré el castillo mediante otro hechizo, era mejor no dejar que nadie entre o salga. Las lágrimas bañaron mi rostro, yo era una bruja y había hechizado a mi padre, aquel que siempre quise encontrar, que pena me esperaría por tal agravio en el día final.

Seguramente el mago de arriba quería ser el único y sus descendientes no estaban de acuerdo por aliarse con un hechicero blanco, lo querían muerto. Yo fui quien los mato, menuda tonta que resulte. Luego pensé en reivindicarme. Quizás me lanzarían uno que otro hechizo, pero necesitaba decirles la verdad aclarar las dudas y porque no  (quizás) hacer aliados. Tomo el mismo camino que hace unas horas, el niño me esperaba acuclillado en la acerca. Debo confesar que el miedo recorría todo mi cuerpo. El niño me miro fijo a los ojos esta vez pude ver que eran dulces y bellos de un color avellana. Tomo mi mano y me llevo al parecer con su grupo de magos (un aquelarre) mujeres, niños y hombres. El líder (parecía el que mandaba) era un joven de rasgos varoniles, alto, ojos verde brillantes,  cabello largo y negro. Se presentó como Darien Monte-blanco, un noble de la corte española del siglo XVII ¿A caso pueden hacerse jóvenes? No quise preguntar como, no me interesaba. Les explique mi posición, ellos entendieron que por mi juventud había cometido errores. Les prometí que me aliaría con ellos siempre y cuando no me traicionarán (nunca fui buena para ser tratos) él asintió muy seguro, yo le creí. Pero como siempre estaba equivocada al cabo de un mes estaba sola de nuevo, excepto por el niño. No tuve más remedio que llevarlo a casa conmigo, me confesó con pena que el no era un hechicero sino un  vampiro, mi cabeza dio vueltas intente entender, pero mejor no lo hice era mejor vivir; su nombre era Renato, un chico nacido en Italia en 1898 había enfermado y un vampiro lo mordió sería eternamente un niño (que tristeza) lo compadecí y él me tomo como una madre o hermana no lo sé, él no hablaba mucho, sería bueno tener a alguien como él de mi lado. En casa todo era diferente, Ben cambió, se volvió gentil y amable, así que también fui amable con él.

Varios años habían pasado, no sé porque pero envejecía lentamente, Renato aún estaba conmigo, creo que lo amaba, era un niño bueno y dócil. Volvía del trabajo cuando me encontré a Darien. El me sonrío con picardía, desde la otra vereda; avanzó hasta  mí y yo lo hice mil pedazos en un segundo. Me prometí aprender ese hechizo muy bien, como le dije a mi padre fui una gran alumna. Nunca supe a lo que vino, pero seguro iba a mentirme o matarme.

Decidí volver a Alemania, para saber como estaban las cosas.  Llegue al castillo, tal fue mi asombro al saber que ya no existía, en su lugar estaban levantando un centro comercial, sentí que caía por un profundo acantilado. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Frederick estaba frente a mi y yo rodeada de hechiceros.  Veía la decisión de mi padre muy clara en sus ojos, cumplir con su palabra ¿Dónde estaba el amor que creí sentía por mi? Él sólo quería una cosa, mi sangre. Sonreí también y lo miré con convicción.  Camine  hasta quedar a unos pasos de él. Nos miramos fijamente por un segundo.

Mi padre hizo el primer movimiento, sentí la hoja de su navaja cortar mi cuello, pero algo en su mirada me indicaba que algo no iba como él lo esperaba, ni una gota de mi sangre broto. Casi inerte pudo ver su expresión de derrota. No  podía moverme, toque la carne viva de mi cuello, intente lanzar un hechizo pero no pude. El me tiro violentamente al suelo. Luego el aire se impregno de un olor familiar. Lo conocía perfectamente. Era mi madre camino hasta mi padre, simplemente lo miro, él lucía aterrorizado, en un segundo se hizo mil pedazos y luego me levanto del suelo. Ella parecía otra, me toco y mi cuello quedo limpio como si nunca nadie me hubiera lastimado. Los vampiros huyeron.

Mamá y yo volvimos a casa. Allí me contó otra historia que ella sí huyo cuando supo que él era un hechicero oscuro, eso la aterró y mucho más cuando sabía que estaba embarazada.  Él ignoraba que mi madre era una de las hechiceras blancas y puras que existía. Cuando crecí  espero pacientemente a que mi poder apareciera, pero no paso nada, así  que me inculcó a ir en busca de mi verdadero padre. Aunque eso le preocupaba bastante, sabía que él no me lastimaría. Entre los hechiceros había una regla; a los niños quienes aún no había despertado la magia debían ser educados por su padre. Supongo que Frederick no sabía que me estaba haciendo un favor.

Me uní a mi madre en un largo y bello abrazo. Siempre supe que ella era especial, la mejor madre. Mi madre y también la madre de alguien como yo,  ya no era la rara, sino una joven y peligrosa hechicera que tenía el poder blanco y oscuro en ella, ya no había más tormenta interior, simplemente era Saris la hechicera.